El Purgatorio ‘probado’, según San Pablo

Por siglos los Católicos han sostenido que el pasaje de 1 Corintios 3:12-15 prueba la doctrina del purgatorio. Ya que San Pablo advierte sobre las obras que cada quien edifica en Cristo será juzgada en el Día del Juicio, para revelar de qué calidad es dicha obra.

 

“𝘠 𝘴𝘪 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘧𝘶𝘯𝘥𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰 𝘦𝘥𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘳𝘦 𝙤𝙧𝙤, 𝙥𝙡𝙖𝙩𝙖, 𝘱𝘪𝘦𝘥𝘳𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰𝘴𝘢𝘴, 𝘮𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢, 𝘩𝘦𝘯𝘰, 𝘩𝘰𝘫𝘢𝘳𝘢𝘴𝘤𝘢, 𝘭𝘢 𝘰𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘳𝘢́ 𝘮𝘢𝘯𝘪𝘧𝘪𝘦𝘴𝘵𝘢; 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝙚𝙡 𝙙𝙞́𝙖 𝘭𝘢 𝘥𝘦𝘤𝘭𝘢𝘳𝘢𝘳𝘢́, 𝘱𝘶𝘦𝘴 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘭𝘢𝘥𝘢; 𝘺 𝘭𝘢 𝘰𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘤𝘶𝘢́𝘭 𝘴𝘦𝘢, 𝘦𝘭 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤 𝘭𝘢 𝙥𝙧𝙤𝙗𝙖𝙧𝙖́. 𝘚𝘪 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤𝘪𝘦𝘳𝘦 𝘭𝘢 𝘰𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘦𝘥𝘪𝘧𝘪𝘤𝘰́, 𝘳𝘦𝘤𝘪𝘣𝘪𝘳𝘢́ 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘮𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢. 𝘚𝘪 𝘭𝘢 𝘰𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘮𝘢𝘳𝘦, 𝘦́𝘭 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘪𝘳𝘢́ 𝘱𝘦́𝘳𝘥𝘪𝘥𝘢, 𝘴𝘪 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘦́𝘭 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘴𝘢𝘭𝘷𝘰, 𝘢𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘴𝘪́ 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤.”

 

San Pablo obviamente adopta el lenguaje del Antiguo Testamento, que presenta a Dios como un fuego que purifica a sus elegidos en el final de los tiempos (dado su uso de ‘el día’). La idea es que aquellos elegidos para la vida eterna que no construyeron en Cristo de una manera perfecta, serán salvos, pero antes sus obras y ellos mismos ‘sufrirán pérdida’ mediante un proceso de purificación. Mientras que el fuego de destrucción, como sugiere el contexto que le sigue a los versículos aquí citados, está reservado para aquellos que despreciaron la obra salvífica de Dios.

 

“¿𝘠 𝘲𝘶𝘪𝘦́𝘯 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘢́ 𝘴𝘰𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘳 𝙚𝙡 𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤 𝙙𝙚 𝙨𝙪 𝙫𝙚𝙣𝙞𝙙𝙖? ¿𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦́𝘯 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘢́ 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘱𝘪𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦́𝘭 𝘴𝘦 𝘮𝘢𝘯𝘪𝘧𝘪𝘦𝘴𝘵𝘦? 𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝙚́𝙡 𝙚𝙨 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤 𝙥𝙪𝙧𝙞𝙛𝙞𝙘𝙖𝙙𝙤𝙧, 𝘺 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘫𝘢𝘣𝘰́𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘷𝘢𝘥𝘰𝘳𝘦𝘴. 𝘠 𝘴𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘢́ 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝙖𝙛𝙞𝙣𝙖𝙧 𝘺 𝙡𝙞𝙢𝙥𝙞𝙖𝙧 𝙡𝙖 𝙥𝙡𝙖𝙩𝙖; 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝙡𝙞𝙢𝙥𝙞𝙖𝙧𝙖́ 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘪𝘫𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘓𝘦𝘷𝘪́, 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘧𝘪𝘯𝘢𝘳𝘢́ 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘢 𝙤𝙧𝙤 𝘺 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘢 𝙥𝙡𝙖𝙩𝙖, 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘦𝘳𝘢́𝘯 𝘢 𝘑𝘦𝘩𝘰𝘷𝘢́ 𝘰𝘧𝘳𝘦𝘯𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘫𝘶𝘴𝘵𝘪𝘤𝘪𝘢.” (Malaquías 3:2-3)

 

“𝘠 𝘮𝘦𝘵𝘦𝘳𝘦́ 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝙛𝙪𝙚𝙜𝙤 𝘢 𝘭𝘢 𝘵𝘦𝘳𝘤𝘦𝘳𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦, 𝘺 𝘭𝘰𝘴 𝙛𝙪𝙣𝙙𝙞𝙧𝙚́ 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘧𝘶𝘯𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝙥𝙡𝙖𝙩𝙖, 𝘺 𝘭𝘰𝘴 𝙥𝙧𝙤𝙗𝙖𝙧𝙚́ 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘳𝘶𝘦𝘣𝘢 𝘦𝘭 𝙤𝙧𝙤. 𝘌𝘭 𝘪𝘯𝘷𝘰𝘤𝘢𝘳𝘢́ 𝘮𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦, 𝘺 𝘺𝘰 𝘭𝘦 𝘰𝘪𝘳𝘦́, 𝘺 𝘥𝘪𝘳𝘦́: 𝘗𝘶𝘦𝘣𝘭𝘰 𝘮𝘪́𝘰; 𝘺 𝘦́𝘭 𝘥𝘪𝘳𝘢́: 𝘑𝘦𝘩𝘰𝘷𝘢́ 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘋𝘪𝘰𝘴. 𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘦 𝘢𝘲𝘶𝘪́, 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘦 𝙚𝙡 𝙙𝙞́𝙖 𝘢𝘳𝘥𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘶𝘯 𝘩𝘰𝘳𝘯𝘰, 𝘺 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘦𝘳𝘣𝘪𝘰𝘴 𝘺 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘯 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘢𝘥 𝘴𝘦𝘳𝘢́𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘱𝘢; 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭 𝙙𝙞́𝙖 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘦𝘯𝘥𝘳𝘢́ 𝘭𝘰𝘴 𝘢𝘣𝘳𝘢𝘴𝘢𝘳𝘢́, 𝘩𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘩𝘰 𝘑𝘦𝘩𝘰𝘷𝘢́ 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘫𝘦́𝘳𝘤𝘪𝘵𝘰𝘴, 𝘺 𝘯𝘰 𝘭𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘢́ 𝘯𝘪 𝘳𝘢𝘪́𝘻 𝘯𝘪 𝘳𝘢𝘮𝘢.” (Zacarías 13:9, 14:1)
Es el amor de Dios por sus elegidos el cual nos purifica antes de entrar a esa visión beatifica, antes de estar en su presencia, en donde nada impuro puede entrar (Apocalipsis 21:27).